
Una joya mecánica que desató una batalla cultural
“Un error histórico”, “una renuncia al patrimonio científico”, “una incomprensión profunda de Pascal”. Con expresiones de este calibre, académicos del Instituto de Francia manifestaron su indignación ante la posibilidad de que una pascalina —una de las primeras máquinas de cálculo de la historia— fuera subastada y exportada fuera del país.
La alarma se encendió cuando la casa Christie’s anunció la venta de una pascalina perteneciente a la colección privada del bibliófilo Léon Parcé. Para los especialistas, no se trataba de un objeto más de colección, sino de una pieza fundacional de la historia de la computación moderna y del pensamiento científico europeo.
El artefacto que anticipó la informática
Diseñada en el siglo XVII por Blaise Pascal, la pascalina es considerada por muchos historiadores como el primer dispositivo mecánico creado con el objetivo explícito de ejecutar operaciones matemáticas de forma automática, reduciendo el error humano.
Fabricada en madera y metal, equipada con ruedas dentadas visibles y un sofisticado sistema interno de engranajes, la máquina permitía realizar sumas y restas mediante un mecanismo de acarreo completamente mecánico. Cada rueda representaba una posición decimal: unidades, decenas, centenas y así sucesivamente.
Más allá de su apariencia elegante, la pascalina encarnaba una idea radical para su tiempo: que una máquina podía asumir una tarea intelectual reservada hasta entonces exclusivamente a la mente humana.
Blaise Pascal, genio precoz y visionario
Hablar de la pascalina implica inevitablemente hablar de su creador. Blaise Pascal (1623–1662) fue uno de los grandes polímatas de la historia: matemático, físico, filósofo, ingeniero y escritor.
Su nombre permanece vivo en múltiples campos del conocimiento. La unidad de presión del Sistema Internacional, el pascal, honra sus investigaciones sobre los fluidos. El triángulo de Pascal sigue siendo una herramienta fundamental en matemáticas. Su famosa “apuesta” continúa alimentando debates filosóficos y teológicos.
Además, junto con Pierre de Fermat, sentó las bases de la teoría de la probabilidad moderna. Y en el plano literario, su obra Pensées es considerada una de las cumbres del pensamiento francés.

Una máquina nacida del trabajo cotidiano
El origen de la pascalina no fue puramente abstracto. Pascal concibió la máquina a los 19 años para ayudar a su padre, Étienne Pascal, funcionario encargado de la recaudación de impuestos en Normandía. La contabilidad manual era lenta, agotadora y propensa a errores.
El mayor desafío técnico fue resolver mecánicamente el “llevar uno” en las sumas, un problema trivial para un humano pero extremadamente complejo de reproducir mediante engranajes. Pascal lo logró tras varios años de ensayo y perfeccionamiento.
En 1645 presentó públicamente su invento, acompañado de un folleto explicativo donde prometía algo revolucionario: cálculos sin fatiga mental y sin riesgo de error.
La primera patente de una máquina de cálculo
Para evitar copias, Pascal obtuvo en 1649 un privilegio real otorgado por Luis XIV, que prohibía la reproducción de su máquina sin autorización. Este documento es considerado por muchos historiadores como el antecedente directo del sistema moderno de patentes.
Aunque Pascal produjo distintas versiones —adaptadas a la contabilidad, la agrimensura o los sistemas monetarios de la época—, su fabricación artesanal y su elevado costo impidieron una difusión masiva.
Aun así, la pascalina fascinó a los eruditos del siglo XVII y fue citada posteriormente en la Enciclopedia de Diderot y d’Alembert, consolidando su lugar en la historia del pensamiento técnico.
De Pascal a los lenguajes de programación
La influencia de la pascalina se extendió mucho más allá de su tiempo. Inspiró desarrollos posteriores como la máquina de Leibniz, los aritmómetros del siglo XIX y, en un plano simbólico, dio nombre al lenguaje de programación Pascal, creado en 1970 por Niklaus Wirth.
El gesto no fue casual: la pascalina representaba uno de los primeros intentos serios de formalizar el razonamiento humano en un sistema mecánico, una idea central de la informática moderna.

Una subasta interrumpida y un debate abierto
La colección de Léon Parcé, que incluía primeras ediciones de Newton, Galileo, Kepler, Fermat y Cervantes, fue subastada con éxito. Sin embargo, la pascalina no llegó al martillo.
Horas antes del remate, un tribunal administrativo de París suspendió la autorización de exportación otorgada por el Ministerio de Cultura francés. El juez consideró que existían “dudas serias” sobre la legalidad del permiso y que la máquina podría ser clasificada como “tesoro nacional”.
La pascalina en cuestión es especialmente singular: es la única conocida diseñada para cálculos topográficos, utilizando unidades como brazas, pies y pulgadas. Para los expertos, su valor científico y patrimonial justifica que permanezca en una colección pública.
Un símbolo que sigue generando preguntas
Más de tres siglos después de su creación, la pascalina sigue provocando debates. No solo por su valor económico o museístico, sino por lo que representa: el momento en que la humanidad comenzó a preguntarse si una máquina podía pensar, calcular y, en cierta medida, reemplazar una función esencial de la mente humana.
Por ahora, al menos, ese primer intento de automatizar el pensamiento permanece en el país que lo vio nacer.
Fuentes
- Le Monde – Artículos sobre la pascalina y el debate patrimonial en Francia
https://www.lemonde.fr - Musée des Arts et Métiers (París) – Colección y descripción técnica de las pascalinas
https://www.arts-et-metiers.net - Stanford Encyclopedia of Philosophy – Blaise Pascal
https://plato.stanford.edu/entries/pascal - Encyclopædia Britannica – Pascaline
https://www.britannica.com - Christie’s – Catálogos históricos de instrumentos científicos
https://www.christies.com



